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Las lágrimas de Iglesias

El llanto de Pablo Iglesias en Córdoba tras la entrada sorpresa de Julio Anguita en un acto de Podemos es conmovedor

 

. Estoy convencido de que hay que apoyar a los jóvenes críticos en el relevo generacional que necesita España, yo hago todo lo que puedo en ese sentido en el ámbito universitario que es el mío, si bien, en mi caso, no pido carnés ni ideologías sino que me fijo en la competencia y en la incompetencia, en el esfuerzo y en la picaresca (sigo el pensamiento de izquierdas, corregido y aumentado) pero –sin que esto se interprete como paternalismo- los “veteranos” no debemos dejarlos solos que es lo que hemos hecho en los últimos decenios sino tomar nota de cómo en los años 60 y 70 del pasado siglo, junto a los jóvenes revolucionarios de Europa o América estaban un Sartre, un Marcuse, un Diego Rivera, los miembros de la Escuela de Frankfurt o los jóvenes narradores, poetas, cantautores y ensayistas que decidieron sumarse a la idea albertiana de “el poeta en la calle” o que, como Celaya, maldecían la poesía “concebida como un lujo cultural por los neutrales”.Recuerdo las bolsas colgadas de sus hombros que llevaban algunos jóvenes de mi época estudiantil. Contenían una efigie de Miguel Hernández con sus versos: “La juventud siempre empuja/ la juventud siempre vence/ y la salvación de España/ de su juventud depende”.
Para mí lo importante es la juventud viva e inconformista, no esa otra pegada a los padres, parásita e indolente, que nunca asume sus responsabilidades. A Pablo Iglesias, Teresa Rodríguez, Alberto Garzón y los suyos (incluso a Albert Rivera e Inés Arrimadas), les tengo las lógicas reservas racionales propias de quien ha vivido y estudiado bastante (poco para todo lo que ignoro), y las reservas psicológicas del que no se resigna a que el tiempo haya pasado por su cuerpo pero celebro que estén ahí, aguantando, sobre todo Iglesias que, aunque se defiende como gato panza arriba primero en televisión y luego en la realidad inmisericorde de la alta política, tendrá sus momentos de soledad y de desaliento que tal vez sean los que causaron ese llanto incontenible al comprobar que Julio Anguita estaba allí para decirle algo así como: mi partido, IU, se ha tirado a la bartola, de manera que Garzón y tú debéis asumir el relevo “¡ahoya o nunca!” y devolver la ilusión a la gente porque un pueblo sin ilusión está muerto antes de la batalla que le espera.
¿Dónde están los intelectuales?
En un acto de 2015, esta vez ante sus seguidores de IU, Anguita se preguntaba dónde estaban los intelectuales. Esa unión de las fuerzas del trabajo y la cultura que estimulara un PCE entonces vital y no sometido a las migajas del PSOE y con espíritu de perdedor eterno, debería regresar pero tampoco los intelectuales lo han tenido muy fácil en el interior de los partidos en general porque el intelectual debe ser, por encima de todo, librepensador. Y si está comprometido de verdad con el intelecto y la ciencia, con frecuencia no le va bien con los políticos, por tanto, son también los políticos quienes deben saber atraer a los intelectuales y comprender que su función no debe ser por fuerza agradarles el oído, al revés, lo contrario –consumado con lealtad y sinceridad- es mucho más útil para el progreso de una fuerza política.
¿Dónde están los intelectuales? Unos pocos intentando comprender lo que está ocurriendo porque Marx se equivocó: de lo que se trata no es de transformar el mundo desde la supuesta bondad del humano en general y del paria en particular sino de reinterpretarlo a partir de todo lo nuevo que ha llegado en el postmarxismo y desde posiciones científicas, no emocionales.
Pero la mayoría de los intelectuales están y han estado en torno a eso que se llamó el pesebre socialista, luego diversificado en el clan de la ceja, apegados al Grupo Prisa que impulsó una generación de filósofos, analistas, novelistas y creadores entre las filas de aquellos que se habían arrimado al sol que más calentaba o que eran revoltosillos en el tardofranquismo. A los más coherentes los dejaron en la cuneta del olvido al igual por cierto que hizo el PCE que echó por tierra casi toda su fuerza intelectual.
En la universidad veo intelectuales acomodados en la autocontemplación o tras las exigencias burocráticas y made in JCR a las que vergonzosamente se ha plegado la administración española, o bien agobiados por un Plan Bolonia que ha venido a empeorar las licenciaturas porque el conocimiento y la preparación de los futuros profesionales, además de seguir estando masificadas, se acortan en el tiempo y se vuelven insuficientes para formar auténticos ciudadanos en una sociedad en teoría democrática. Añádase a lo anterior que los recortes en las plazas han originado una auténtica guerra entre colegas para hacerse con un puesto profesoral estable.
Dicho esto, no es incompatible el estudio –el propio Anguita afirma con todo acierto que la clave está en el estudio- con intentar que te dejen un hueco para apoyar a quienes desean despertar a la sociedad, a quienes siembran ilusión en lugar de derrota, indignidad y dependencia de una cultura asesina de cuerpos y de almas que posee una cabeza: Estados Unidos, y unos imitadores: Europa y otras zonas del mundo. Hay que tener claro esto y no sé si Unidos Podemos lo tiene claro porque leo y escucho a sus dirigentes y a veces me recuerdan a los exmilitantes del PCE y a los extrotkistas y exmaoístas que acabaron en las filas del PSOE.
El poder es implacable
Anguita ha estado en su sitio, Pablo Iglesias lleva soportando lo indecible y su llanto lo ha dejado bien claro. El dirigente de Unidos Podemos se encuentra al menos desde 2013 sometido a toda clase de tensiones por desear –con todos sus defectos y virtudes- sustituir el ambiente podrido que tanto abunda en España por aire joven y fresco. Hay que apostar por los jóvenes preparados, decididos, conscientes y firmes, en esta segunda Transición porque la de 1975 en adelante fue un apaño para que siguieran al frente del país los mismos que habían llevado a Franco al poder más los compañeros de viaje controlados por Kissinger y sus chivatos alemanes (qué servil el gobierno alemán, a Merkel y a media Europa la espían y casi recibe con un beso en la boca a Obama, ni un detalle diplomático de frialdad).
Ahora llega otro momento, ni siquiera es revolucionario, basta con levantar las alfombras que nunca se quisieron levantar y limpiar y desinfectar la inmundicia que ocultan porque los teóricos limpiadores eran también los ocultadores. Los mayores pueden tener energía para eso pero ya no tanta, el paso de los años los vuelve más conservadores y hasta cascarrabias, más cómodos, hay teorías neurocientíficas que pueden demostrarlo. Antoni Gutiérrez-Rubí recoge en su libro Micropolítica la postura del profesor David Amodio, investigador del Instituto de Personalidad e Investigación Social de Berkeley, quien afirma que, al envejecer, se experimentan cambios en el córtex frontal del cerebro y, lógicamente, esto podría afectar a nuestra manera de pensar, favoreciendo así posiciones más conservadoras con la edad.
La vida no es más que un proceso de pérdida de energía y los jugadores y guerrilleros veteranos han de situarse, por lo general, en el campo y en el terreno de batalla, en el puesto más adecuado, en la retaguardia, mirando, asesorando si se les requiere para ello (porque, ya se sabe, “uno se vuelve sabio, irremediablemente”, que decía Benedetti), al tiempo que cierta juventud debe dejar a un lado esa prepotencia y esa especie de ortodoxia de la ignorancia de la que hace gala.
Anguita les ha dicho a los presentes en el acto de Córdoba que les esperan tiempos muy difíciles, de sobra se ha podido observar que el poder es cruel e implacable; como es lógico, se defiende con todas las armas posibles de quienes consideran sus enemigos aunque hayan sido votados por los ciudadanos –la democracia sólo es una fachada de dominio pensada para que ganen siempre los mismos- y si se tiene el objetivo de gobernar a nadie deben temblarle las piernas o las manos: el que resiste gana, como afirmó Napoleón y le atribuyen a Cela. ¿Hasta dónde estáis dispuestos a llegar en esa pugna?, ha venido a afirmar Anguita.
Cambiar el chip
Ya puede ir pensando Unidos Podemos con toda intensidad en cambiarse el chip y abandonar esos tintes misioneros y de oclocracia que dominan en su interior si es que desea realmente enfrentarse al sistema del TTIP. Frente a Unidos Podemos el contrincante lo tiene muy claro, EEUU pretende que Europa se arrodille y además persigue liderar otro tratado comercial, el del Pacífico y Extremo Oriente, ¿tiene esto claro Unidos Podemos o se va a perder en debates eternos y estériles en esa coalición de tendencias que articula detrás –o eso trata- y que a veces obliga a estar demasiado tiempo apagando fuegos internos a la luz pública? Porque ya no se trata de predicar sino de dar trigo, no se trata de emocionarse inútilmente y verter unas lágrimas que al final sean sólo un recuerdo que hunda más a muchos ciudadanos en el pozo del desvalimiento. Para hacer un viaje así no hacen falta ni alforjas ni lágrimas sino decisión, articulación internacional –como también constató Anguita- y eso que ya se ha olvidado: autocrítica y disciplina, que se confunden con autoritarismo y jerarquías, tomados como elementos supuestamente destructivos.
Son los lógicos efectos de los coletazos del franquismo y de decenios de “pasoteo” juvenil en política –con la colaboración decisiva del bipartidismo y la cultura USA- y de no haber enlazado –por ello- con las generaciones de los 60 y 70 para proseguir su labor, corregida y aumentada. Ha llegado el momento de irse a la mili pero a una mili mucho más dura que la tradicional porque es en realidad una guerra larvada contra un neototalitarismo vestido de terciopelo. Hay que afrontar el futuro contra un sistema despiadado que sonríe al tiempo que te apuñala por la espalda. Quien piense que exagero no ha entendido nada y más vale que se quede en su casa llorando aunque sé que Iglesias no lo hará y cambiará sus lágrimas por una mayor dosis de estudio y reflexión para hacer lo que pueda o le dejen. Esperemos que no sean otros, sus seguidores, los que lloren a causa de su proceder futuro.