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Matar a un refugiado

Mientras los barcos de refugiados se hunden, los líderes mundiales siguen cenando tan tranquilos en el salón donde la orquesta toca un vals. No es una metáfora, es casi literal. Este lunes y martes se reúnen doscientos jefes de Estado en la primera cumbre de Naciones Unidas sobre migrantes y refugiados. Pero el pasado agosto ya decidieron posponer hasta 2018 la firma de un acuerdo global sobre refugiados. Hacen cumbres para citarse en la siguiente. No tienen prisa. Son los pobres de las bodegas los que se están ahogando. Arriba sigue tocando la orquesta.

Pero los refugiados no pueden esperar ni un día. Menos aún dos años. Sólo en este 2016, más de 4.300 personas desplazadas han desaparecido o perdido la vida en el camino, 3.207 ahogadas en nuestro mar Mediterráneo, en nuestras costas. Es más de tres mil veces la foto de Aylán, el niño ahogado en la playa que tanto conmovía a nuestros líderes. Hay imágenes que valen más de mil palabras pero ni una reacción de las autoridades. Aylán se sigue ahogando cada día pero dejarán que siga muriendo, una y otra vez, durante otros dos años más, antes de sentarse a buscar una solución global para salvarle. Matar a un refugiado es fácil, basta con dejarle morir.

Era mentira su conmoción. Lo hemos visto en las fronteras en las que se maltrata y humilla a los refugiados, se abandona al frío y al hambre, entre el barro, a miles de familias, a mujeres y niños. Lo vemos cada día que pasa sin que nuestros países cumplan la legalidad internacional y su compromiso de acogida. En España, sin ir más lejos, el gobierno sólo ha recogido a 480 personas de las casi 18.000 que se comprometió a refugiar.

No es más que otro ejemplo de la insolidaridad que están demostrando muchas naciones ricas en esta crisis. Los que más tienen, menos dan y viceversa. Casi el 90% de los refugiados del mundo son acogidos por países en vías de desarrollo como Líbano, Turquía, Pakistán, Jordania o Kenia. Ocho países acogen a más de la mitad de los refugiados. Tan solo diez países proporcionan el 75% del presupuesto de las Naciones Unidas destinado a aliviar y resolver esta tragedia que afecta a 60 millones de personas, la mitad niños. Para que nos hagamos una idea, es como si toda España, Portugal e Irlanda se vaciaran.

Súmale a eso otros 225 millones de migrantes. No son sólo ellos, es el mundo el que no puede esperar hasta 2018. Por eso, las ONG en España han pedido al gobierno español y a los líderes mundiales que se comprometan con cinco puntos en esta cumbre: garantizar la protección de los derechos de las personas refugiadas, adoptar medidas que aseguren su supervivencia y reasentamiento, reparto equitativo de la responsabilidad de los Estados, revocación o rechazo de acuerdos con terceros países perjudiciales para los migrantes y financiación suficiente de las políticas de refugio.

Son medidas justas y necesarias, pero ya lo pensarán mañana, dicen como Escarlata, mientras piden a la orquesta que toque otro vals. El problema es que si no hacen nada ahora, el barco se romperá por mil sitios y seguirá hundiéndose hasta que el agua nos llegue a nosotros al cuello. Después también a ellos. En el Titanic, al final, se hundieron todos.

 

Javier Gallego. eldiario.es