Enero es el mes de Jano, el dios romano que miraba al mismo tiempo hacia atrás y hacia delante, la doble puerta que unía el pasado y el futuro. Si consideramos el 20D un umbral jánico y miramos hacia atrás, es difícil exagerar las transformaciones experimentadas en España desde que hace dos eneros se presentó en Madrid la iniciativa que hoy llamamos Podemos. El intenso, sinuoso y a veces errático camino que ha llevado hasta esos 69 diputados ha dejado ya en nuestro país al menos tres cambios decisivos.El primero, en el discurso, tiene que ver con el cuestionamiento de todos los acuerdos de acero de la llamada transición y, por lo tanto, de las prácticas políticas asociadas al bipartidismo dominante en las últimas décadas. Apoyándose en el aura inmunológica del 15M, Podemos ha repolitizado a las mayorías sociales desplazando la hegemonía en dirección contraria a la rampante en Europa. En el país que parecía mejor blindado, peor preparado y más conservador, ha logrado levantar el tabú que pesaba sobre algunas cuestiones centrales (la monarquía, el modelo económico y sobre todo “la cuestión nacional”) imponiendo un nuevo marco discursivo a las propias fuerzas del régimen y cerrando el paso, de este modo, al amenazador populismo de derechas que se cierne sobre el continente. Un ejemplo pequeño y reciente: mientras que, tras los atentados de París del 13 de noviembre, el Frente Nacional imponía al “socialista” Hollande una reacción belicosa e islamofóbica, en España fue Podemos, con su iniciativa de paz y contra los bombardeos indiscriminados, la que marcó el paso a los otros partidos y desactivó la danza electoralista del “pacto antiyihadista”. Aquí, como en la “cuestión nacional”, Podemos ha sido capaz de enganchar y desplazar el sentido común sin perder -sino al contrario- un solo voto. Defender principios puede ser la estrategia más pragmática si una combinación de liderazgo ético y empuje social hacen repentinamente audible, en los propios medios adversarios, la mayoría de edad de la sociedad. Esta verdadera revolución discursiva (¡un referendum en Catalunña!) ha ido acompañada de una democratización de las prácticas políticas y una repolitización de las conductas ciudadanas.
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