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Somos quizá el único país de Europa occidental que tiene dos problemas sin solución. A los demás les basta con uno. El primero, es obvio, consiste en una economía que creció como un niño sietemesino, pero que resultó un fabuloso negocio. Aún es el día que cuesta explicar cómo tratándose de un recién ­nacido de escasos recursos, se convirtió en una fuente de negocios que abarrotó de ­ricos sin escrúpulos una sociedad de supervivencia.

El otro problema es el de la memoria. ­Vivimos en la creencia de que todo lo que nos contaron era mentira, pero nos ocurre como a esos matrimonios antiguos, donde por pura costumbre se decide que mejor no darse por enterados que saber la verdad.

La privatización del Parlamento como recinto doméstico sin antagonismos dramáticos ha generalizado un orden de valores más ajustado a un régimen autoritario que a una democracia

No voy a entrar en el análisis de los discursos de la sesión de investidura del pasado martes ni a aventurar vaticinios sobre negociaciones y gobiernos futuros. Me interesa más --al menos a estas horas-- abordar los marcos simbólicos; es decir, preguntar qué ha pasado --si es que ha pasado algo-- en el nivel de la “representación”, que es el que define en realidad a un parlamento.

El Congreso Español llevaba décadas dormido. Envuelto en un sueño turnista entre dos partidos que escenificaban sus supuestos disensos mediante faltas de respeto y actuaciones histriónicas en el hemiciclo -tal y como volvieron a hacer al comienzo del debate de la primera sesión de investidura- para tapar su consenso en las decisiones políticas fundamentales que han venido tomando desde hace años en España. Decisiones al servicio de las élites financieras y contrarias a las mayorías sociales que han traído desigualdad, dolor y falta de prosperidad.

La democracia social es la alternativa frente a la desigualdad y la gestión de la crisis, regresiva y autoritaria, del poder liberal-conservador. Debe ser la base para la construcción de una Europa más justa y solidaria. Veamos sus características, sus dos componentes básicos, de más igualdad o justicia social y mayor democracia, así como su significado sociopolítico como alternativa al capitalismo regresivo.

Carácter de la democracia social

La democracia social, como propuesta normativa, está basada en dos pilares fundamentales y entrelazados: a) Democracia plena: derechos y libertades garantizados, sistema representativo y participación cívica; b) igualdad sustantiva: justicia social y giro socioeconómico igualitario, Estado de bienestar avanzado con un fuerte sector público y capacidad regulatoria de la economía.

La democracia es un sistema de gobierno mediante representantes elegidos por el pueblo (soberano). Hay una ligazón y legitimidad entre gobernantes y gobernados a través de su gestión del ‘interés general’ o ‘bien común’, bajo el ‘consenso’ constitucional, normativo o político.